Fotografías de José Ronco y Roberto Botija

Jesús Mari Sarasua

Estudio 22. Espacio Expositivo. Textos. Alfa. Jesús Mari Sarasua © José Ronco y Roberto Botija / © Estudio 22. José Ronco y Roberto Botija. Alfa. Estudio 22. Logroño, 2009.

Esta muestra es una pequeña parte de una serie realizada en el interior de una gran fábrica, que a su vez es parte de un extenso trabajo que están llevando a cabo Ronco y Botija a lo largo de muchos años y en el que hay que situar estas imágenes.

Estos casi 30 años que lleva José Ronco fotografiando ininterrumpidamente, han servido para que tenga una obra en la que tienen cabida desde las escenas de la vida diaria en la calle, hasta retratos y cómo no, fotografías de naturaleza. Pero hace más de 12 años que se centró en fotografiar Eibar, en un momento de cambio total de modelo de ciudad y a la que bautizó como “ciudad-taller”. Como todo trabajo que evoluciona, Ronco empezó retratando los edificios y rincones de la ciudad, para acabar entrando en los talleres.

El interés de Roberto Botija por la fotografía es más lejano aún en el tiempo que el de Ronco, como también lo es su recurrencia a la hora de fotografiar lo que el antropólogo francés Marc Augé denominó como “no-lugares” para describir aquellos lugares que aparentemente no tienen importancia. Botija además de experimentar con otros temas tratados con el rigor que le caracteriza, vuelve una y otra vez a las periferias, espacios en constante e imparable transformación como lo son también aquellas zonas industriales que lo fueron en su día.

Así pues, y si sumamos a todo esto que a ambos les une una gran amistad -también como no podía ser de otra forma, desde hace mucho tiempo- lo más lógico era que coincidiesen. Y fue en Alfa en 2004.

Alfa fue un proyecto industrial pionero en España, resultado de la lucha obrera que UGT y PSOE lideraron en Eibar a comienzos de 1920. Aunque su primer producto –normal en una ciudad conocida como “villa armera”- fueron las armas, concretamente los revólveres Smith&Wesson, Alfa se hizo mundialmente famosa con sus máquinas de coser. El éxito de la producción y la riqueza que se generó en Eibar, unido al espíritu progresista y de trabajo que siempre había destacado en la ciudad, fue determinante para la explosión demográfica que se produjo en la segunda mitad del siglo pasado en la ciudad y por extensión en todo el país vasco. Pero a pesar de haberse convertido con el paso del tiempo en una Sociedad Anónima, gracias a su carácter cooperativo y social, los trabajadores disfrutaban de una serie de servicios sociales tales como viviendas, escuelas, residencia, comedores, economato, biblioteca, cine, cajas de previsión y hasta una colonia de verano para los niños junto al mar. Algunas de estos servicios estaban fuera de los edificios que conformaban el gran complejo industrial, que como es lógico, incluía además, los relacionados directamente con la producción, oficinas, enfermería, vestuarios, etc.

Todas estas instalaciones, construidas sobre un solar irregular de una manera forzada por las necesidades creadas sobre la marcha y no fruto de un inicial planteamiento de conjunto, han dado mucho juego a Botija y a Ronco que han encontrado también imágenes en los patios, escaleras y otros elementos de comunicación –una de las cuestiones clave de Alfa por su complejidad dado que contaba con once pabellones en total- así como en la cubierta y fachadas.

Las fotografías seleccionadas para la exposición en Estudio 22, nos presentan algunos de estos espacios de Alfa en sus últimos días de producción, porque debido a la crisis de los 80, en este momento Alfa ha vendido ya sus instalaciones y se ha trasladado a otro lugar. Así, cuando Ronco y Botija se meten en Alfa, una parte de la empresa sigue en marcha, pero se han vaciado la mayor parte de las instalaciones y la constructora propietaria del terreno empieza ya a demoler algunos de los pabellones. Un momento único.

Estos dos fotógrafos, juntos entran y juntos salen de Alfa, semanalmente a lo largo de 9 meses, entre noviembre de 2004 y septiembre de 2005, los mismos días y a las mismas horas, y –aunque no sea del todo exacto, evidentemente- están en los mismos espacios en el mismo tiempo compartiendo ideas y también a veces equipo técnico (un making off de aquellos días hubiera sido el apéndice perfecto en esta exposición).

Botija y Ronco han paseado lentamente su mirada por las instalaciones de Alfa. Los dos llevan cámaras de gran formato, equipamiento que marca un ritmo de trabajo sosegado. Esa dilación en el momento de la toma impregna las fotografías, reteniéndonos frente a ellas a la vez que nos hacen partícipes de la lentitud de su mirada, de su capacidad de contemplación y de su espíritu reflexivo.

Sin embargo, las imágenes de uno y otro son bien distintas. A distancia observamos las diferencias más evidentes. Ronco nos muestra Alfa en blanco y negro, mientras Botija lo hace en color. Además, parece que a éste le ha llamado más la atención el volumen de los espacios, mientras que aquél se ha centrado en los detalles. Más clave resulta la luz. Aunque ambos han trabajado con la misma luz -la propia del lugar: artificial en ambos casos-, el resultado es distinto.

No deja de ser interesante la reflexión que hacía Botija recientemente al referirse a esta exposición “…estos dos trabajos que, ineludiblemente, se miran entre sí y ponen en evidencia la inevitable componente subjetiva de toda mirada documental…”, más aún cuando sabemos que han trabajado de manera asociada.

Por otra parte, la búsqueda de la excelencia es, en ambos autores, innata. Pero esto no quiere decir –como algunos pudieran creer- que sus imágenes sean frías. Esa perfección técnica, pero sobre todo, la ausencia física de las personas, el hecho de encontrarnos con fotografías de espacios vacíos, no nos tiene que engañar. Son claramente perceptibles las huellas de las personas que a lo largo de los años han pasado por allí. Porque lo de Ronco y Botija no es fotografía de arquitectura. Es fotografía de espacios, espacios creados para las personas aunque en estas imágenes no las veamos.

El carácter documental de las fotografías de Botija y de Ronco y la idea que prevalece en su trayectoria en estos últimos años, se ve reforzada curiosamente por el nombre de la empresa y asimismo título de la exposición, que significa el principio de algo.

Jesús Mari Sarasua (04-10-2010)

* Texto expresamente escrito para la exposición Alfa de José Ronco y Roberto Botija en ESTUDIO 22. Logroño, 2009 © Jesús Mari Sarasua. 2009
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